EL REPORTERO QUE SE INFILTRÓ EN LA MAFIA POLÍTICA DE NUEVO LEÓN
Octubre 1, 2013 – Por Daniela García, Vice México
De la columna ‘El barrio antiguo’
-Para transportar droga por las carreteras de Nuevo León hay que tener el apoyo de los jefes y pagar una importante cantidad de dinero -explica un comandante de la Policía Ministerial a un joven sinaloense.
El policía está convencido de que a su interlocutor le interesa mover droga al por mayor hacia la frontera estadunidense. La verdad es que el joven es un reportero encubierto y su nombre es Glen Hines. En el cuarto contiguo están su editor y su productor. Ambos presencian el diálogo a través de cámaras y micrófonos ocultos horas atrás en aquella habitación del hotel Ancira. Hines y Hugo Gutiérrez, editor de noticias para Televisa Monterrey, llevan semanas grabando conversaciones con el ministerial. Al joven reportero le han ofrecido desde armas hasta drogas de contrabando.
En aquel cuarto de hotel ubicado en el centro de Monterrey, todo está casi listo para cerrar el trato y poder cruzar droga hacia la frontera norte. Sólo hace falta el apoyo de Alejandro Garza Delgado, delegado de la Procuraduría General de la República (PGR).
-Él nos puede ayudar -dice el agente de la ley con su voz ronca.
Gutiérrez sabe que no tendrá problemas para hacer que la historia retumbe y mueva cimientos dentro del Palacio de Gobierno. Incomodará a más de uno. Está emocionado. Lleva más de una década haciendo periodismo encubierto en Nuevo León y ha realizado decenas de trabajos riesgosos. Ya destapó varias cloacas, pero este debería ser el mayor golpe periodístico de su carrera.
Tan sólo unos días después, el reportaje es transmitido durante los horarios estelares de los noticieros de Televisa Monterrey. En ese mismo instante, los reporteros están afuera de la casa del ministerial, buscando reacciones. Pero el gobernador del estado, el panista Fernando Canales, arremete contra la televisora y sus reporteros mientras se gesta una tormenta para los directivos. Furioso, explica que la situación ha sido exagerada y que Monterrey es una zona libre de narcotráfico. Tras deslindarse de la situación y defender a Garza Delgado, el gobernador se dirige a la Ciudad de México. Exigirá a los directivos nacionales del canal la renuncia de los involucrados en la elaboración del reportaje, sobre todo la de Hugo Gutiérrez.
I
Egresado de la carrera de comunicación social de la Universidad Regiomontana, Hugo Gutiérrez recibió su primera oferta de trabajo en un periódico tras tomar un curso de redacción en El Norte, el diario más leído de Nuevo León. A pesar sus deseos de escribir sobre cultura, Gutiérrez fue a parar a la sección de locales, en la rama política. Los comicios electorales estaban cerca; el priista Jorge Treviño terminaba su periodo como gobernador; el diario necesitaba manos extras que ayudaran a cubrir las campañas políticas. Gutiérrez aceptó bajo la promesa de que sería transferido a la sección cultural una vez terminada la época electoral. Sin embargo, decidió no cubrir los mítines o los discursos llenos de promesas vagas. Con apoyo del director editorial, se le ocurrió infiltrarse en una de las organizaciones que usaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para conseguir votos: la Confederación de Trabajadores de México (CTM).
Gutiérrez se adentró en la CTM de tal manera que él mismo terminó ayudando a coartar el voto a favor del candidato priista Sócrates Rizzo en las elecciones de 1991. Ropa informal, pantalones de mezclilla, zapatos deportivos y una gorra fueron su único disfraz cuando se sentó en una silla dentro de la CTM de Guadalupe durante su primer intento de infiltración.
-¿Qué haces aquí, muchacho? -se le acercó un hombre al verlo.
-En la casa me dijeron que viniera a chambear, que viniera aquí a ver en qué podía ayudar -contestó. Y así de fácil consiguió trabajo en la CTM.
Su chamba incluyó realizar diferentes encargos para Ismael Flores, el entonces dirigente municipal de la CTM guadalupense, actualmente líder estatal. A veces debía acompañarlo o llevarlo a lugares en donde necesitaba estar. Otras, transportar material para las campañas. En el día de las elecciones entregó despensas, llevó desayunos y sirvió pan y leche para las personas dispuestas a vender su voto a cambio de tan poco.
Los reunían a todos en un lugar, acompañados por personas de la CTM, y les regalaban el desayuno mientras explicaban cómo y por quién debían votar. Después les pedían sus identificaciones, los anotaban en unas listas para llevar el conteo de la cantidad de votos que tendrían al finalizar los comicios y les prometían entregar las despensas cuando regresasen, ya mostrado el pulgar cubierto con tinta indeleble.
Una logística aún vigente.
Gutiérrez debía reportar ese mismo día los datos recabados durante su infiltración, así que a eso de las seis de la tarde se dirigió hacia la calle Washington, a las oficinas de El Norte. Ahí conoció al director editorial del periódico, Ramón Alberto Garza, quien, apoyado por Alejandro Junco, dueño del medio, se interesó en la historia y le pidió que realizara una extensa crónica acerca de su labor dentro de la CTM para coartar el voto a favor del PRI. Esa fue la primera conversación que tuvo Gutiérrez con una de las mayores influencias en su carrera periodística. Fue también su primer trabajo encubierto.